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Conquista Cualquier Meta

3 Aspectos que Necesitas Desarrollar para Alcanzarlas

Texto e ilustraciones: Rodrigo Vázquez Gutiérrez


Mateo había cumplido perfectamente con todos los requisitos; desde el 1° de diciembre hizo un balance y repasó su año enfocándose en las cosas que consideraba habían sido sus mayores logros, analizado sus desaciertos y las diferentes alternativas para que eso no sucediera nuevamente. Definió sus metas para el año siguiente tanto para su empresa como a nivel personal enfocándose en las 8 áreas principales de su vida: finanzas, negocio y trabajo, relaciones familiares, de pareja y personales, salud y estado físico, crecimiento personal y espiritual, tiempo libre y recreación, bienes y posesiones, y por último con la manera en que quería hacer una diferencia a través de la contribución y el servicio a los demás.



Determinó perfectamente qué quería en cada una de estas 8 áreas teniendo claro el por qué lo quería. Después detalló los pasos a seguir para conseguir cada una de las metas teniendo claras las acciones que necesitaría llevar a cabo para lograr cada una. Evaluó los posibles retos a los que se enfrentaría en su intento por conseguirlas, considerando sus puntos fuertes y las áreas en las que flaqueaba. También elaboró una lista de los recursos personales, materiales y emocionales que necesitaría para conseguir todo lo que se había propuesto e incluso hizo un directorio de las personas que él consideraba clave para que estos objetivos se materializaran. Es decir, que “había hecho su tarea” perfectamente. Nada podía salir mal. ¿O sí?


Llegó el 1° de enero y comenzó el año lleno de energía y vitalidad. Estaba enfocado al 100% en el logro de sus objetivos e iniciaba su mañana visualizando cómo quería que transcurriera el día; “veía y sentía” todo exactamente del modo que quería que sucediera. Después ponía manos a la obra para llevar a cabo las acciones que había determinado e intentaba apegarse lo más posible a su plan cuando algo “se salía de su cauce”. Antes de terminar el día recapitulaba lo ocurrido haciendo un balance entre “lo bueno y lo malo” y determinaba las acciones que llevaría a cabo al día siguiente.


La primera semana del mes las cosas fueron bien, yendo de más a menos hacia el final de la segunda. Y ya para finales de la tercera y tal cual había sucedido en años anteriores, el trabajo rutinario, los “problemas” del día a día y la cotidianidad de la vida fueron haciendo mella en sus planes provocando que, para la cuarta semana de enero, buena parte de sus “propósitos de año nuevo” se hubieran ido al… pozo.


“Pero ¿qué sucedió?” se preguntaba Mateo. “¿Por qué si esta vez intenté hacer las cosas de manera diferente, todo se está “yendo al traste”? ¿Qué está ocurriendo ahora?”


Y no es que Mateo estuviera ejecutando su plan de acción de manera incorrecta ni muchísimo menos. De hecho, era de las pocas personas que, literalmente, habían definido claramente sus metas y también había desarrollado un plan para lograrlas. Y aún más raro era el pertenecer a ese selectísimo grupo de quienes efectivamente lo llevan a cabo ya que es bien sabido que la mayoría de las personas no se toman ni el tiempo ni el esfuerzo de hacer un plan, y mucho menos de llevarlo a cabo. De ahí a que luego se pregunten por qué no logran mucho… Pero esa, es otra historia…


Y entonces, ¿qué fue lo que realmente pasó?


Pues lo que sucedió es que, si bien es cierto que Mateo había dado los muy importantes primeros pasos, no se había enfocado en lo principal: cambiar él mismo. Es decir que seguía siendo el mismo tipo de siempre; el cual, a pesar de sus buenas intenciones y su esmero para elaborar un plan y llevarlo a cabo, a las primeras, segundas o terceras de cambio, permitía que “el trabajo rutinario, los problemas del día a día y la cotidianidad de la vida fueran haciendo mella en sus planes”.


Y es que no sólo es necesario propiciar un cambio en la parte “externa” como el que ocurre al hacer un análisis, definir objetivos a alcanzar, concebir un plan y darle seguimiento. Esto sin duda es muy importante. Pero para que esto sea sostenible en el tiempo, quien tiene que cambiar es uno mismo. No hay de otra…


Y para tener más claro lo que tienes que trabajar en ti y así aspirar a obtener los resultados que buscas, es importante que te enfoques en cambiar o mejorar 3 aspectos fundamentales:


  1. Tu MENTALIDAD

  2. Tu ACTITUD

  3. Tu RESILIENCIA

Te explico un poco más a detalle cada uno de ellos:


* MENTALIDAD: Esto se refiere a tu modo de pensar o a tu configuración mental. Es decir, a la manera en como ves las cosas, las situaciones y a las personas. Échate un clavado a tu interior y analiza si normalmente le ves el “lado positivo” a las cosas o si por el contrario tiendes a ver el “punto negro en el lienzo blanco”. ¿Cómo ves las situaciones “difíciles”? ¿Como retos por vencer, o como problemas que te obstaculizan el camino hacia lo que quieres lograr? Gran parte de que logres o no lo que te propones se basa en la mentalidad que tengas de cara al reto por alcanzar. La manera en como lo ves, la forma en cómo te ves a ti mismo frente a él y las posibilidades de éxito que percibes, son claves para que alcances tu objetivo.



* ACTITUD: En el mundo corporativo se dice que es preferible contratar a una persona con buena actitud que a una con muchos conocimientos. Y ponte a pensar, ¿con quién preferirías trabajar? ¿Con un “sabelotodo” que no ve más allá de su punto de vista o con alguien que está dispuesto a considerar otras formas de pensar, de hacer las cosas y de aprender hasta conseguir lo que se propone?

Piensa, ¿cómo es tu actitud ante los retos, ante las cosas que se perciben complicadas? ¿Eres de las personas que “pueden con todo lo que les depara el destino” o tiendes a ver las cosas peor de lo que realmente son? La actitud con la que afrontes lo que se te ponga enfrente no sólo es determinante en los resultados, sino que te ayudará o no, a tener un recorrido más placentero lleno de aprendizajes.


* RESILIENCIA: Es la capacidad que tienes de adaptarte a un estado o a una situación adversa. Cuando ocurre algo que no habías previsto, algo que te descontrola o cuando se presenta un escenario que es diferente al que esperabas, ¿cómo reaccionas generalmente? ¿Te cuesta trabajo acomodarte fácil y rápidamente? O, por el contrario, ¿el amoldarte a las nuevas circunstancias te resulta sencillo? Si eres de las personas que ante las adversidades salen más fortalecidas, ya vas de gane. Y si es lo contrario, sin duda conviene que desarrolles esta “habilidad” de cara a los nuevos retos que tienes delante.



Dicen que no hay peor lucha que la que no se hace. Lo único que tienes que hacer es enfocarte en fomentar en ti una mentalidad triunfadora, tener una actitud positiva y desarrollar una resiliencia inquebrantable para observar cómo el mundo cae a tus pies.

¡Te veo en la cima!




No sobreviven las especies más fuertes, ni las más inteligentes,
si no las que mejor se adaptan al cambio.
Charles Darwin

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