LA CAÓTICA NOCHE DE WILL SMITH
La entrega de los Oscar había entrado en crisis desde algunos años antes de la pandemia, pero el pasado domingo vimos tocar fondo a una ceremonia que trató de premiar lo políticamente correcto, pero que será recordada por bromas fuera de lugar y el incidente entre Will Smith y Chris Rock.
Foto Getty Images
Por Alberto Rojas Eguiluz
Todo apuntaba que la noche de los Oscar iba a ser de Will Smith y lo fue, pero por la razón equivocada, una que nadie vio venir. Desde sus días en The Fresh Prince of Bel-Air, Smith se convirtió en una de las personalidades consentidas de la gente gracias a una combinación de carisma, talento y sentido del humor que no aún en Hollywood es muy difícil de encontrar; pero su ascenso como actor no fue tan trepidante como el que tuvo como celebridad. Viniendo de la comedia y siendo un actor nato para el género de acción, a Smith le costó trabajo que se le tomara en cuenta para dramas, hasta que en 2001 consiguió su primera nominación al Oscar por Ali, interpretando el papel de la leyenda del boxeo Muhammad Ali, y cinco años después obtuvo una más por The Pursuit of Happyness. El reconocimiento que tanto buscaba por fin lo tenía en las manos el pasado domingo. Su Oscar era cantado, no necesariamente porque fuera la mejor actuación del año; más bien parecía que la industria cinematográfica quería reconocerle su carrera por medio del papel de Richard Williams en King Richard, donde interpreta al controvertido padre de las tenistas Venus y Serena Williams, pero una broma de Chris Rock hizo que el triunfo de Smith pasara a segundo término. Al hacer un chiste acerca de la alopecia que sufre Jada Pinkett, la esposa de Will Smith, este subió al escenario y abofeteó al comediante, dejando una imagen indeleble y vergonzosa en la historia de los Oscar, pero sobre todo, en su carrera.
El desconcierto fue tal que ni en la sala de prensa se sabía si el incidente había sido planeado o no, pues los ratings de los Oscar han ido en picada en los últimos años, pero no lo fue. Unos minutos después, en su discurso de ganador, Will Smith lloró y se disculpó ante la Academia, pero lo hecho, hecho está, y la imagen de su gran noche va a ser la de la bofetada que le dio a Chris Rock, que no solo opacó su triunfo, sino toda una noche en la que se debió de hablar de muchas otras cosas, como los hermosos y elegantes diseños que vistieron Penélope Cruz, Zendaya, Nicole Kidman, Lily James y Mila Kunis, entre muchas otras. La forma en la que algunas celebridades masculinas rompieron las reglas de etiqueta, como Jake Gyllenhaal, quien no llevó corbata; Timothée Chalamet, quien ni siquiera usó camisa o camiseta debajo el saco; o del Oscar que consiguió Troy Kotsur a Mejor Actor de Reparto por Coda, apenas el segundo actor sordomudo en ganar el premio; o de Jane Campion, quien se convirtió en la tercera mujer directora en llevarse el máximo galardón en esta categoría por The Power of the Dog; o del merecidísimo Oscar a Mejor Actriz a Jessica Chastain por The Eyes of Tammy Faye; o de la controversia que significó que Coda haya sido premiada como la mejor película del año por arriba de filmes que parecían tener mucho más méritos cinematográficos.
El incidente entre Will Smith y Chris Rock no fue el único de la noche. La comediante Amy Schumer hizo bromas que no le gustaron a nadie, como un comentario personal a J.K. Simmons y, sobre todo, otro a Jesse Plemons, a quien le dijo que su esposa Kirsten Dunst era una “seat filler” (las personas que ocupan los lugares de las celebridades mientras recogen sus premios o conducen parte de la gala para que sus asientos no se vean vacíos) , lo que provocó el reclamo de Plemons, pero mucho menos violento que el de Smith.
Si se tuviera que describir en una sola palabra lo que fue la pasada entrega de los Oscar esa tendría que ser crisis, pues por un lado, la ceremonia siguió siendo aburrida, por el otro, la entrega volvió a ser predecible convirtiéndose en casi una copia de lo que sucedió en otras premiaciones, como los Golden Globes o los Actors Guild Awards. Finalmente, el guión le dio demasiada libertad a los conductores al grado de haber tenido una agresión física en plena transmisión. Aún así, en el formato de la premiación hubo algunos intentos loables por romper la rigidez que los había distinguido en los últimos años, como el homenaje que a los 50 años de El padrino, o el In Memoriam, que tuvo una vibra menos oscura pero igual de emocional, intentos que parecen ser aislados y que no serán suficientes para levantar una entrega que ha estado en crisis durante más de una década.
Si la Academia quiere que los Oscar vuelva a levantar el interés de años pasados los cambios tienen que ser más grandes, la entrega de premios debe ser menos predecible y evitar a toda costa que ocurra nuevamente un incidente como el de Will Smith y Chris Rock, que más allá de quién haya tenido la razón, es algo que jamás debió de haber pasado.
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