LA OTRA MIRADA
Con filmes como Danzón, Lola o Sin Dejar Huella, María Novaro cambió la forma en que se veía a las mujeres en México para siempre. En esta plática, la directora nos cuenta cómo contribuyó a que el estereotipo femenino que había en el cine nacional desapareciera y hoy haya más mujeres que nunca haciendo películas.
Por Alberto Rojas Eguiluz
Enumerar las aportaciones que ha hecho María Novaro al cine mexicano me llevaría mucho tiempo, pero sin temor a equivocarme, hay dos que se notan de inmediato: haber acabado con el nefasto estereotipo femenino de los 80 y el que hoy haya tantas mujeres dirigiendo, produciendo y escribiendo películas.
Cuando María Novaro comenzaba a hacer cine a finales de los 80, las cosas eran muy distintas. En 1991, su filme Danzón fue el primero en representar a México en el Festival de Cannes después de 15 años de ausencia, y en ese entonces, las directoras se contaban con los dedos de una mano. El que este año hayan ido a participar a la Berlinale solo filmes hechos por mujeres se lo deben en buena parte a la hoy directora del IMCINE.
Los logros y aportaciones de María Novaro se pueden palpar tanto delante como detrás de cámaras y justo de eso platicamos con ella.
¿Cómo fueron tus primeras experiencias haciendo cine?
Cuando yo empezaba la diferencia era enorme entre el cine que hacían los hombres y el de las mujeres. Yo fui una persona que tuvo éxito y pude hacer películas cuando había muchas dificultades para que nosotras filmáramos y seguido recibía muchas expresiones despectivas.
¿Las mujeres están transformando al cine en México?
Han aumentado los números enormemente y eso me da gusto, tengo como parámetro para medir la participación de las mujeres en el cine casi medio siglo. Empecé cuando había muchas dificultades para que participaran en esto, pero la participación ha crecido, y con esto hay más premios y mayor reconocimiento.
¿De qué manera lograste filmar en esos días películas como Lola o Danzón, que presentaban a mujeres distintas a las que había visto el cine mexicano?
Habíamos pocas mujeres haciendo cine, estábamos Busi Cortés, Maryse Sistach y yo, después se unió Dana Rotberg. Éramos cuatro mujeres haciendo cine cuando se hacía poco cine; personalmente siempre he sido una mujer de retos, y cuando me dicen que no, nadie me para, los retos me hacen funcionar.
¿Cuál era la intención de contar esas historias de mujeres que rompían con el paradigma de la mujer mexicana?
En su momento quería contar historias de mujeres reales, no los estereotipos del cine mexicano. Con Lola quería narrar la historia de una mamá joven, soltera e imperfecta, y hablar de la realidad, los claroscuros de la maternidad en contra de la forma estereotipada que se había manejado en el país, donde las mujeres eran unas santas o unas putas. Lola fue construida como personaje y como película para contar una maternidad real después del terremoto del 85 en la Ciudad de México; quería narrar esa historia en un ámbito de una ciudad lastimada, rota de quien está teniendo mucha dificultad para ser una buena madre y sacar adelante a su chavita.
¿Qué te llevó a contar esas historias más reales?
Quise contar las historias de las mujeres que no había visto en pantalla, Lola fue vista muy diferente por hombres que por mujeres. Entre mujeres se convirtió en una película de culto, pero los hombres la odiaban. Los críticos escribieron cosas horrendas de ella, pero Danzón fue construida como una película seductora. Trabajé el guión con mi hermana para seducir al público masculino para que viera una historia de mujeres. En mi caso siempre ha estado el reto de ver cómo se cuenta la historia desde el punto de vista de una realizadora; les hablo a las mujeres, pero también a los hombres para que reconozcan a las mujeres en la pantalla.
¿Cómo eran las mujeres que trabajaban en ese entonces en el cine?
Las pocas mujeres que trabajábamos en esa época éramos muy fuertes, veníamos de las escuelas de cine, donde el ambiente era otro y había una participación casi igualitaria entre hombres y mujeres. De ahí salías a un mundo laboral donde todo estaba cerrado, pero las escuelas nos fortalecían mucho.
¿Cómo comenzó la inclusión femenina en tus filmes?
Antes de estudiar cine trabajé con el colectivo Cine Mujer en los 70, éramos chavas muy jóvenes que hacíamos cine feminista y si era posible contratábamos mujeres en todas las áreas. Esa práctica la conservamos las pocas mujeres directoras a lo largo de los años. Yo he convocado al mayor número de mujeres a mis rodajes pero siempre he buscado el equilibrio entre mujeres y hombres; creo que es sano y agradable para todos.
¿De qué manera se refleja ese feminismo en el cine que haces ahora?
En el caso de Tesoros (2017, su último filme), es un ciclo que se extiende, es una película que hice en calidad de abuela, la hice para y con mis nietos. Yo la produje, la escribí y la dirigí e hice lo que se me pegó la gana. Lo que quería era contarle a mis nietos qué era eso de que su abuela hacía cine. Eso es Tesoros, una abuela haciendo cine con sus nietos. Estaba en el punto en el que podía hacer la película que quería y que reivindicaba mi condición femenina no solo como mamá, sino como abuela.
¿Cómo está reflejada hoy la mujer mexicana en la pantalla?
Algo maravilloso es que no hay estereotipos, hay una gran diversidad de propuestas, por supuesto que hay mujeres que sufren, como en Noche de fuego, de Tatiana Huezo, que narra a una mamá y a una hija que están en una situación muy desfavorable en este país tan sexista. El cine está retratando a todas esas mujeres que sufren y están en malas condiciones, pero hay más películas que hablan de otras mujeres en otras latitudes. Lo que me encanta es que es una propuesta muy amplia y compleja.
¿Quiénes son tus cineastas mexicanas favoritas?
Soy la directora del IMCINE y no puedo nombrar a unas autoras por arriba de otras, pero es un gusto decirte que son muchas las directoras y hay muchas películas de mujeres. Estoy alentando desde el IMCINE que los rodajes garanticen ser espacios libres de violencia y acoso. Estamos transformando las reglas del juego no solo para que participen muchas mujeres, sino para que las cosas sean justas para ellas.
¿En qué lugar está México con respecto al mundo en cuanto al cine hecho por mujeres?
Las estadísticas que veo y lo que palpo en el ambiente es que la participación de las mujeres es mayor que en otros países, aún no estamos en igualdad. Tenemos que llegar ahí. En Estados Unidos es muy reciente la incorporación de mujeres directoras. Cuando yo empecé no había mujeres haciendo cine, las contabas con los dedos de la mano; algo raro siendo un país con más cinematografía que México.
¿Cómo te sientes de lo que has hecho hasta ahora?
No me puedo sentir más feliz de lo que soy, de que puse un granito de arena en la cinematografía mexicana con las poquitas colaboradoras que teníamos en los 80 y 90. Me siento feliz de poder seguir apoyando desde el IMCINE porque a eso me he dedicado toda la vida.
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