La retroalimentación; ¿un regalo, difícil de aceptar?
Texto e ilustraciones: Rodrigo Vázquez Gutiérrez
A la mayoría de las personas nos encanta que nos digan cosas positivas; lo maravillosos que somos, lo bien que hacemos las cosas, lo comprometidos que estamos con nuestras familias y nuestro trabajo, lo bien que tratamos a los demás y la extraordinaria manera como llevamos nuestra vida en general. Recibir esta clase de “retroalimentación” es increíble. ¿A poco no? ¿A quién no le gusta que le digan cosas como estas?
Sin embargo, es importante considerar que hay 2 tipos de retroalimentación: por un lado, está la retroalimentación “positiva” que normalmente se presenta en forma de elogios, alcance de resultados, aumentos de sueldo, pareja estable, hijos felices, clientes contentos, premios, reconocimientos y felicitaciones. Este tipo de información indica que estamos haciendo las cosas bien, que vamos en la dirección correcta. Por otro lado, está la retroalimentación “negativa” la cual se manifiesta por ejemplo cuando los clientes que se van, se rompen las relaciones, se presentan despidos, llamadas de atención, disminución en las ventas, quejas y una sensación de que las cosas no van como quisiéramos. Este tipo nos indica que vamos en el camino incorrecto, que no estamos haciendo lo que deberíamos o que hemos equivocado el rumbo. Aquí lo importante es considerar que la retroalimentación SIEMPRE es valiosa y su valía deriva en la manera en cómo la tomamos, pero principalmente, en lo que hacemos con ella, es decir, en las acciones que llevamos a cabo después de haberla recibido. Y cuando se presenta, es importante estar dispuestos a responder a ella de manera positiva.
Pero adentrémonos un poco para reflexionar sobre el tipo de retroalimentación que nos cuesta más trabajo recibir; es decir, la “negativa”. Comúnmente no nos sentimos cómodos dado que la mayoría de las veces consideramos que quienes nos la ofrecen no ven las cosas como “creemos” que son. Tendemos a pensar que tienen un punto de vista diferente al nuestro, que no cuentan con toda la información o que aprecian las cosas de forma equivocada. Cuando esto ocurre, percibimos la retroalimentación como una amenaza, como un insulto a nuestra inteligencia, a nosotros mismos, nos la tomamos personal ya que desafía nuestro ego y la falsa creencia de que somos perfectos, o por lo menos, algo muy cercano a eso.
Sin embargo, ¿qué pasaría si la viéramos como un gran regalo, como algo que nos ayuda a darnos cuenta de actitudes, situaciones o reacciones que no vemos (o para el caso, que no queremos ver)? ¿Si la consideráramos como una oportunidad de crecimiento, de ser mejores, de madurar y evolucionar, ayudándonos a ser más inteligentes, más humildes y sensatos, al tiempo que nos ofrece la posibilidad de desarrollar aún más nuestro potencial?
La retroalimentación es una gran oportunidad de progreso porque nos permite entender de qué y cómo debemos mejorar, ofreciéndonos la alternativa de corregir el rumbo y tomar acción con respecto a lo que estamos haciendo o la manera en que nos estamos desenvolviendo en los distintos ámbitos de nuestra vida en general.
Hay varias formas de responder a la retroalimentación; algunas de ellas nos acercan a donde queremos llegar, y otras nos impiden avanzar alejándonos de lo que queremos conseguir. Revisemos las que definitivamente no dan ningún resultado:
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Lo mejor que puedes hacer, y que sin duda es algo muy valiente, es atreverte a PEDIR LA RETROALIMENTACIÓN. Sin embargo, es importante que tomes en cuenta que a la mayoría de las personas les cuesta trabajo dar retroalimentación. Prefieren no decir lo que verdaderamente piensan o sienten, o incluso están dispuestas a soportar la incomodidad o la insatisfacción con tal de evitarse una situación en la cual pudieran ofender a la otra parte o parecer “pesados”. Por lo tanto, para obtener retroalimentación franca y honesta, será necesario que muestres mucha apertura de tal manera que la otra persona no perciba ningún riesgo y se sienta confiada y segura de hacerlo. ¡Y recuerda no enojarte con el emisario! Simplemente recíbela, analízala y di “Gracias”.
Una vez que desechaste todas las formas en cómo no debes responder, lo más útil es prestar atención y, para hacerlo, basta con escuchar. Cada vez que la recibas, escucha. Escucha lo que te dicen y también lo que no te dicen, pero expresan con gestos, actitudes o comentarios a otros. Escucha también a tu interior, a tu cuerpo, tus sentimientos e intuición. Si algo simplemente no te suena que esté bien, probablemente no lo esté.
Es importante también darse cuenta de que no toda la retroalimentación es correcta. Por ejemplo, si tu hijo de 3 años te dice que eres una mala persona momentos después de que le restringiste la cantidad de dulces que podía comer, quizá simplemente está enojado, lo cual no necesariamente confirma que seas mala persona. ¡Pero cuidado con no detectar los patrones eh! Si varias personas dicen lo mismo, probablemente haya algo de cierto en eso y, sin duda, lo mejor que podrías hacer sería tomar cartas en el asunto cuanto antes.
Imagina la retroalimentación como si fuera “Pepe Grillo” parado sobre tu hombro avisándote cuando te estás desviando. ¡Qué mejor manera de retomar el rumbo que cuando alguien te está ayudando a darte cuenta de que estás yéndote por el camino equivocado! Recuerda que la retroalimentación sólo es información. Considérala como una guía para modificar el rumbo, pero nunca como una crítica. No tiene ningún sentido tomártela como algo personal, sino todo lo contrario. Resulta más provechoso recibirla como un regalo, a pesar de que a veces, este regalo, sea difícil de aceptar…
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